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Escapadita a… Altea

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Bueno, bueno, bueno. Parece que ya es definitivo.

Empieza a oler a maletas hechas, a llenado de depósito de gasolina, a últimas compras, -te dije que aquella pulserita se la tenáis que comprar a tu madre-, y a despedidas de amores de verano.

Sí, es el final del estío, de la época más calurosa, apasionante y corta, de todo el año.

Creo que la ocasión merece la pena y para decir adiós a estas vacaciones, a la ciudad y al verano, -los que nos quedamos en Alicante podremos repetir durante todo el año,- no hay mejor manera que ir a cenar a Altea la última noche disponible.

Yo os recomiendo cenar al lado del paseo marítimo, a la luz de las velas, con el sonido de los acordeones y el aroma del mar entrando a pleno pulmón…

No os digo ningún restaurante en concreto, porque creo que son todos por el estilo, y en cualquiera de ellos podréis cenar igual de bien/mal. Me explico, en estos meses, el servicio es lento, poco profesional, y te clavan, pero ¿dónde no? ¿Si merece la pena? Radicalmente sí. Merece la pena contemplar el mar, respirar, detener la noche por unos minutos, y saborear los minutos para cuando regreséis apretados al metro a oler la axila del vecino.

Una última oportunidad para hacer inolvidables estas vacaciones es ir a Altea, porque siempre merece la pena. Y después subir al casco antiguo, a esas calles mezcla de Ibiza, de Santorini, de islas griegas totalmente mediterráneas, hippies, blancas y rabiosamente divertidas.

Es imprescindible tomar algo sentado en alguna de sus terrazas, junto a la Iglesia, y dejarse llevar por el bullicio, por las tiendas abiertas hasta las tantas de la madrugada. Altea es otro mundo, y el mundo se para en Altea. Última escapada, yo os lo recomiendo. Apuesta segura.

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